(Bosquejos)
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Hay algo que personalmente me ha llamado la atención del Haiku: algo que resalta sin que al parecer un solo proceso mental se vea involucrado. El Haiku trata sobre la transparencia, no sobre la verdad. El Haiku trata sobre el rocío, sobre el rocío cayendo: no trata sobre las causas que lo hicieron posible.
Transparencia, no verdad. Este es el supuesto, la primera información que recalco, y que sirve de entrada, y como puerta batiente, para lo que sigue a continuación.
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Festival Haiku: poesía visual
Se trata de una forma de estímulo que toma como dominio y campo de acción a la juventud, no a los jóvenes. Pregunta: ¿juventud y no jóvenes? Porque quizá a la juventud se accede y para la cual no es suficiente la edad. Hay que ser joven, hay que empujar la puerta y entrar de lleno a ella. No se es joven por la edad: a la juventud se accede por otros caminos.
Quisiera que la primera preocupación del Festival Haiku fuese esa: la juventud, ¿qué caminos nos llevan a ella?
El Haiku debería ser capaz de invadir a los habitantes, a los jóvenes, para que ellos mismos sean los autores de las obras. Digo habitantes, porque lo interesante sería poder romper el espacio habitual de las letras, de la poesía, e invadiera, como invade la maleza, como invade un río desbordado el espacio de tránsito de toda persona en el ámbito del colegio.
De este modo las tapas que guardan la poesía, que guardan los Haiku, no son otros que el modo en que seremos capaces de vestir los salones, los pasadizos, los baños, el comedor, las coordinaciones, las oficinas de administración, las tiendas, los escalones, las gradas, los árboles, el lago, las fuentes, e incluso los uniformes de los niños y profesores con todas estas obras.
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Objetivo
Quizá la velocidad sea unos de los factores más arraigados en nuestra sociedad. Cuando queremos algo, lo queremos sin pausa, evitando con ello el proceso y el camino que nos ha llevado a la conquista de lo que queríamos. Porque la velocidad hace que lo que queremos pase sin mediaciones al pasado: lo que queremos ya no lo queremos al momento siguiente. Del querer al queríamos.
De ahí el consumo, la conexión a los mecanismos electrónicos que pareciese una sinfonía que nos envuelve: y también nos aísla. Y puede que la fábula de Robinson Crusoe nos resulte un relato encantador de fuerza y de constancia, pero hoy en día tal fábula nos resulta más bien dolorosa. No necesitamos perdernos en una isla para estar solos: basta conectarse, encender el Ipod, acomodarse los audífonos.
Es por ello que no es nada fácil, para nosotros y para ellos, entender la significación del Haiku, que ofrece una visión del mundo muy distinta a la que conocen y conocemos. Y si se quiere realizar un esfuerzo semejante a través de la lenta, parsimoniosa, conquista de lo que nos rodea a través del Haiku, es porque se pretende llegar a ese otro mundo y que esto logre ser una experiencia que los enriquezca y nos enriquezca.
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Procedimiento
Pienso que no existiría necesidad alguna de efectuar un trabajo de investigación acerca de la cultura japonesa: eso llega. Pienso que no existiría necesidad alguna de relacionar al Haiku como hijo de la cultura japonesa, pues si lo que se quiere es empapar a los niños con el Haiku, habría que recalcar que es posible en cualquier cultura, que es hijo de esta cultura y que es hijo de esta necesidad que nos rodea: volver a mirar. Contemplar.
Uno – El inicio del Festival debería contener la idea de que el Haiku no es nuevamente una propuesta académica que rinde frutos únicamente como tema del periodo y su consecuente parcialización a través de las notas. Que la poesía inunde al colegio requiere de parte de los profesores que sean capaces de detenerse en sus clases, de dejarlas de lado, y conversar de lo más pequeño, por cuanto más lejos se ven las cosas, cuando nos esforzamos por mirar a lo lejos, más se generaliza y nuestra vida y lo que nos rodea se vuelve una abstracción, un concepto.
Hagamos de nuestras clases algo más y algo menos que una clase: un individuo parado al frente que va llenando recipientes. Hay que terminar con la educación esquemática que nos han ido implementando y que nosotros mismos implementamos. Hay que acabar con la figura del profesor y del alumno: esa nefasta dialéctica mediante la cual el que está al frente enseña y el que está sentado aprende: esto no es así.
Luego de esto, valdría la pena hacerse y tratar de responder estas preguntas:
-¿cuál y qué es la realidad en el país que estamos viviendo?
-¿qué propuesta innovadora tenemos en ese proceso de formación?
-¿qué papel tiene la educación en el escenario actual?
Personalmente puedo decir que el campo se abre una vez damos los temas y le damos plena autoridad prepositiva y creativa a los niños. Que no seamos nosotros los profesores, sino nuestros niños los que responden y asimilen los temas. Seamos guías y no jueces.
Dos – Valdría la pena reavivar la lectura en voz alta. Que existiesen jornadas donde se leyera en cualquier espacio del colegio en voz alta. A la lectura se inicia por cualquier lado, para ir llegando a la comprensión y lectura de famosos poetas. Porque leer en voz alta es perder el miedo y la repelencia que causa la lectura. Si se lograse un hábito semejante conseguiríamos lo que persigue cualquier política y promoción de la lectura: que se lea. Leer en voz alta en cualquier lugar del colegio es volver la figura del lector una figura pública. Sin necesidad de polémica preguntaría: ¿a cuántos de nosotros los profesores han visto leer los niños? Es porque siempre leemos privadamente, como si la lectura fuese un pecado. El colegio brinda el suficiente escenario para leer recostado en un árbol.
Tres – Luego que vengan las imágenes. Se realizarían caminatas por el colegio con el fin de establecer un contacto directo, de trazar un puente con el entorno natural que, aunque sea muy próximo y conocido, muchas veces está muy lejos de las miradas de los niños, porque básicamente nos acostumbramos a ver un colegio con un lago y una cascada: existiría la necesidad de romper la monotonía, de combatir la rutina de ver el colegio como siempre lo hemos visto: como un lugar normal y no excepcional.
A través del contacto con la naturaleza y del debido canje de nuestra rutina por nuevas emociones, los niños pueden observar y ver aspectos de la misma que le podrán servir para escribir sus propios Haiku.
Porque el Haiku rompe la monotonía del día a día, del lunes a viernes. El reino del Haiku nos brinda un nuevo reino, no uno afuera, sino uno que reside en nosotros mismos: volver a mirar lo que nos rodea.
Durante la caminata se intentaría buscar y hacer el silencio, para ir fotografiando cualquier elemento que después pueda ser motivo de creación poética. Luego de esto, se iniciaría el proceso de escritura.
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En definitiva, y para concluir, lo que se intenta con el Haiku es hacer naufragar durante unos instantes, o por momentos, el mundo al cual están los niños, y estamos los profesores, envueltos y acostumbrados: un mundo urbanizado, inmediato y altamente tecnológico, por un mundo simple, pero amplio, representado en el Haiku.
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