.
Hay un niño en esta historia: y soy yo. Para llegar a esta conclusión la historia debe inventar primero un pretexto: el de una búsqueda. Y ello porque hoy los pretextos crecen como hierba entre dedos descalzos.
Empiezo. Quedan, pues, advertidos.
.
Alguna vez fui niño. Fui más joven de lo que soy ahora. (No, no es así, me confundo: ha de ser la edad cuando queda sólo la edad para razonar. Debería decir que cierta vez fui niño. Debería decir Era niño.)
Escribo que fui niño en el momento en que leo lo que acabo de escribir. Escribo buscando un pretexto para seguir buscando. (Enredado, eso espero. Enredado como ha quedado la hierba entre mis dedos.)
No es solamente ser niño por decir soy niño. No es precisamente el hecho de ser joven lo que me hacer niño. Es el hecho de poder encontrarme con el niño que fui, que soy, cada vez que recuerdo que no es de niños actuar como niños: que lo más común es ver a los adultos actuando como niños.
.
Alguna vez seré adulto. Seré más viejo de lo que soy ahora. Creeré saber algo: lo real es que la edad que tenga será mi argumento. Creeré que ser adulto es el paso que necesitaba para ser y conseguir lo que he querido siempre. Puede que sea así: pero es como si en la niñez hubiera sabido mejor lo que quería ser y lo que quería conseguir. Y entonces es como si ninguno de los puntos pudiera encajar. Lo que quiero ser puedo conseguirlo quizás en un punto en que al parecer he olvidado lo que quería ser.
Así que algunas veces me doy el gusto de no saber hacia qué voy y para qué. Todo eso que solía llamar juego.
.
No es que crezca y me convierta en adulto por el resto de mi vida. Soy todo a la vez: niño y adulto, hombre y mujer. Mi brazo izquierdo y todo aquello que lo ha formado. No puedo dejar de ser niño, a menos de que deje de ser lo que me ha formado. ¿Qué sería jugar a ser tierra? ¿Qué sería jugar a ser lo que uno es y ha sido: mujer, agua, luz, madre, padre, estrellas? Puede decirse de otra manera: alguna vez volveré a vivir como si fuese la primera vez.