Y ahora hay que separar los accidentes.
Meto mi cabeza en mi cuerpo, meto mi cabeza en el pecho. Y la meto allí porque están mis ojos: la meto allí para evitar el seguir, el dar un paso adelante sin estar agradablemente borracho. Yo, como siempre, me pierdo, y esta pérdida, este deseo de pérdida es la coartada precisa para matar la indiferencia. Pero he dicho accidente, he dicho necesario, y accesorio. He dicho que voy a meter mi cabeza en mi cuerpo, voy a dejar de hablar para no hablar: porque me he estado tropezando con mis propias palabras. Y lo he hecho porque no he perdido de vista mi desolación.
Suena tan fuerte esta palabra si no se la asocia enseguida con lo que veo y entiendo con ella. Desolación es cuando el tiempo es sobreabundante. Cuando el horizonte no abre, y más bien circunscribe a esto que soy aquí y ahora. El tiempo me trae a este que soy, a este puerto. El tiempo me inmoviliza.
En filosofía ´horizonte´ es lo que sobrepasa la posibilidad, lo que se extiende y va hacia adelante. Lo que lanza hacia adelante. El problema es que estar siempre lanzado hacia adelante tiene esto de prisa, y de sepulcro vivo. En un punto: el horizonte no permite todas las veces que sepultemos a nuestros muertos. Si a ello se une mi natural inclinación a la melancolía, y al endiosamiento se tiene que ya he estado en el futuro pisando sin el suelo. Ya no tengo tiempo, sólo tengo tiempo. No voy hacia él, viene hacia mí. Lo acojo, lo acojo como un susurro. No uno, varios, muchos: tiempos cruzados, desandados. Tiempos que sepultan, tiempos que sobreabundan. En eso estamos de acuerdo.
Pisar sin el suelo. En este punto introduzco el concepto de fragmento.
Fragmento… . donde no hay, ni debería haber. Donde solo hay un paso sin retorno. Fragmento: o se cree en él, o se le deja, pues aniquila una identidad anterior, una continuación feliz, o desgraciada, como se le vea. Fragmento: esperen, hay más.
Fragmento, de un tiempo a otro un horizonte que circunscribe y que no abre, fragmento. Fragmento fuera del todo, sea porque el todo ya está hecho, sea porque escribir ya se ha hecho, y el tiempo va por su final. El tiempo, nuestro tiempo va por su final: «he aquí cuando ya no necesitas más de mí». Pero ¿qué?, ¿y quién?
Una escritura, pero no sólo eso, ya he dicho que se escribe sobre mi cuerpo. Una escritura que se vuelve fragmento, fragmento donde todo es posible, donde se cuestiona la escritura misma, donde se cuestiona al mundo. Pero en esta movilidad-inmovilidad del tiempo la cabeza se mete en el cuerpo para señalar una sola cosa: ¿qué hace de un fragmento un fragmento? ¿Qué permite los cortes: qué y quién es el que cierra los puertas para poder caminar entre las gotas, entre las puertas que se cierran, que se abren? En un punto: ¿cómo leer lo que está por venir? ¿Cómo dejar de lado los accidentes? ¿Cómo dejar de ser continuo para que el tiempo vuelva a abrir? Preguntas, suposiciones, recuentos.
Toda palabra de fragmento y toda reflexión fragmentaria exigen esto: una reiteración y una pluralidad infinitas. Nada ha cambiado, pero esa nada de la oración es otra forma de decir: repetición. El problema de no separar los accidentes, de decir esto no es mío, esto no me ha pasado, esto de ahora es simplemente la costumbre de generalizar para afirmar enseguida que tenía que pasarme, es que cuando menos se deberia estar se está del todo. Cuando se deberia quedar suspendido entre el día y la noche me he vuelto muy… necesario.
Todo esto, la cabeza metida en hombros, la misma observación de fragmento y paradoja, para pronunciar de nuevo mi necesidad de limpiarme. De escribir una canción con lo que me moleste y dejarla afuera. Puede que dejándola morir me entretenga con un nuevo sentido del tiempo que va hacia adelante, y que no permite todas las veces sepultar a nuestros muertos. Algo así, algo como esto que sigue:
lo importante es lo que está adelante, lo que viene. Lo que queda por vivir es la vida, y lo que queda por vivir es penetrar donde ignoro lo que existe hacia adelante. Y lo que existe hacia adelante es lo que alguna vez se vivió a medias. Es decir, el tiempo parece que siempre se presenta. Me encanta. Voy a dejar una oración para ése tiempo.
Voy a vivir recordando en mi propio recuerdo tantas otras lecciones de pasado olvidado. Voy a vivir pensando que no es sólo a mi, que esto sucede, que alguna tarde se me va a romper éste lápiz. Y luego encontraré otro. Tengo mucha fe en lo que viene así quiera que vengan las llamas del infierno y acaben de una vez con todo. Gracias.
andrés calamaro – me cago en todo