He hecho un experimento: ni siquiera lo pensé por días. Simplemente mandé un correo masivo salpimentando de amigos míos, de cercanos, y otros no tanto. Estos últimos como para desviar la atención. El asunto rezaba: Celestina informa que… el meollo de todo era que decía que tenía buenos informes de un futuro romance. Y abría las apuestas.¿El resultado?: estimulante.
Mis amigos saben que aunque hablador, muy hablador, mucho, mucho, no soy chismoso: en el mensaje lo decía claramente. «Soy chismoso, creánme cuando se los digo. Todo esto lo digo para divertirme…etc». Me incluía también en las apuestas: «… yo me incluyo, como para sugerir que no, no me incluyan. Sí, pero no». Nadie me preguntó si era cierto: lo asumieron como tal. Y empezaron a llegar correos: no sé por qué se tocaron tanto. Se pusieron bravos conmigo. «No entiendo, andrés… » Palabra.
Un amigo me había dicho que había que divertirse: aclaro que yo fui uno más de los destinatarios de tal correo. Así que estaban avisados. Cinco minutos después del correo de mi amigo mandé el mío. Había que divertirse, está bien: y yo le tome la palabra. Resultado:
queria saber qué pasaba si me INVENTABA que dos de todos nosotros tenían un romance: el resultado ha sido estimulante: si digo que algo existe la gente se lo cree.
Lo que no sé es por qué algunos se tocaron tanto: llegaron algunos correos agresivos. Es increible: el poder de la palabra sigue funcionando. Pero también,
debo anotar que sigue siendo urgente el que fortalezcamos la imaginación, que fortalezcamos nuestro sentido crítico. Si entre gente que se quiere tanto debe existir tanta reserva, no me imaginoo cómo será afuera…
Solo dos de ellos se dieron cuenta del juego. Me llamaron un experto en el manejo del efecto ´bola de nieve`. Excelente.
¿Por qué la gente siempre va detrás de los payasos? ¿Por qué es tan difícil que exista un vínculo ´gracioso? Todo debe ser higiénico y lejos de las pulgas. Parece que el vínculo humano no es la risa, es la desgracia. Ten algo por lo que llorar, y el mundo se unirá a tu causa.
Hay que reír: nos mantiene despiertos. Además: es un poder. El poder de echar a andar, y no quedarse sumergidos en un sillón. Por eso en la fila del banco pagando deudas me pongo sobre las orejas este maravilloso espectáculo del hip hop indonesio, remezclado por un productor francés. Y créanme, jeje, sí, creánme: he sido el primer cistiano que le alegra que lo despiojen.
Volumen, por favor.
Onra – The Anthem